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viernes, 15 de febrero de 2013

AMIGOS PARA SIEMPRE

Dejad que os cuente una historia. Contaban los antiguos, que había en Roma un hombre, al que la Justicia acusó de un gran delito. Fue llevado ante la justicia y la Justicia lo condenó a muerte. Cuando un ciudadano era condenado a muerte, se le concedía como última voluntad, poder buscar pruebas a su favor, pero para ello, tenía que buscar a un avalista, un hombre que se ofreciera a sufrir la condena a él impuesta, si en el plazo que le dieran para encontrar las pruebas, no volvía. Un gran amigo del reo, se ofreció a cumplir su pena, si no volvía y quedó preso por su amigo. El reo salió en busca de la persona que podría servirle de prueba irrefutable, cabalgó sin descanso, sólo cambió de montura, cuando el caballo daba muestras de estar muy cansado. El tiempo pasa inexorable y el día de cumplirse la sentencia, se acercaba y el reo, no daba señales de regresar, alguien dijo que se habría dado a la fuga y que el pagano iba a ser el amigo, quien por inocente, iba a morir en el tormento, pronto empezaron a hacerse apuestas, el dinero corría, había quien apostó un verdadero capital. La noche última, visitaron al preso para que dijera si sabía algo del mal amigo por el que iba a morir. Aquel hombre en su celda, dormía plácidamente, cuando lo despertaron y le preguntaron cómo podía estar durmiendo tan tranquilo, él les contestó. ¡no os preocupéis, él sabe cuándo acaba el plazo para volver y él volverá con las pruebas o sin ellas. Salieron de la prisión comentando la inocencia de algunas personas y siguieron la fiesta, esa noche no durmieron, todos esperaban la hora de ejecutar a aquel inocente, mientras el otro, vivirá muy lejos de Roma quizá hasta habría cambiado su nombre, para que nadie lo reconociera. Las teas que alumbraban las calles, se fueron apagando, la madrugada descubrió al primer rayo de sol entrando por el ventanuco de la celda, el carcelero le trajo el desayuno y el preso comió con ganas, sin olvidar dejar algo de los manjares que le dieron como última comida a sus compañeros de prisión con menos comida que él. El sol va subiendo por un cielo azul, hace calor, pero nadie se quiere perder el espectáculo, muy pronto llegarán las autoridades y se procederá a la ejecución, las apuestas siguen subiendo, los clarines ya anuncian la llegada de los grandes próceres, no queda duda, aquel inocente, va a morir. Desde la tribuna, el presidente habla con las palabras del ritual y llama en voz alta pidiéndole al acusado, que si está allí, se presente, pero nadie contesta a ninguna de las tres llamadas, el presidente, se dirige al avalista, que va a pagar con su vida su amistad con un mal amigo y le pregunta si tiene algo que decir…y el preso, muy tranquilo le contesta, ¡!Sí!! Quiero que cuando vuelva mi amigo, le digan que sé que si no ha llegado antes, es por qué algo o alguien, se lo ha impedido, por lo que no tiene que pedir perdón por mi muerte. Ya resuenan los tambores, la ejecución va a dar comienzo, ya el prisionero ofrece el cuello al verdugo…a lo lejos, se ve que alguien llega corriendo en un caballo, en ese mismo momento, el caballo cae al suelo y el jinete corre y corre hacia el lugar de la ejecución. Es el hombre que fue condenado, que viene corriendo y con malas noticias, quien le podía servir de testigo ha muerto luchando y aunque antes de morir, ha dicho a otros compañeros la verdad de lo que pasó, no puede acompañar al acusado y él no puede permitir que su amigo muera por él. Cuando oyeron su declaración, los Jueces, optaron por dejar libre al hombre que se encontraba en manos del verdugo y al condenado, le ofrecieron esperar a que testificaran los que habían escuchado la confesión del héroe muerto. Esto fue en época de los romanos, hoy en España, tenemos el “sálvese el que pueda” o el “cada palo, que aguante su vela. En muy poco tiempo veremos pasar por el paredón de la ignominia a gentes que hace muy poco tiempo, sacaban pecho y escondían millones. pepaherrero

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