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sábado, 17 de noviembre de 2012

SUCEDIÓ EN A POBRA DO CARAMIÑAL

Entrando en la ría de Arosa, por la banda de babor, un pequeño pueblecito casi pasa desapercibido, luego, cuando llegas a conocerlo, nunca más lo puedes olvidar, es otro paraíso, es otra aventura distinta, es conocer a otra gente y otra idiosincrasia distinta a todos los estereotipos que hay concebidos en tú mente, luego, lo vas asimilando y sigues pensando que te encuentras en otro paraíso. Cuando conocimos a Alfonso, era ya una persona que rondaba los sesenta años, pero su fuerza y su afán de vivir, era tal, que nunca pudimos entender, el final de esta historia. En Santiago de Compostela, visitábamos al santo apóstol y como todo el mundo, tratábamos de cumplir con las tradiciones, ¡No! no creo que en el Peugeot de mi cuñado, nos ganáramos ninguna indulgencia, pero allí estábamos y allí estaba el bueno de Alfonso, él fue el que se encargo de hacernos cumplir con la tradición y quedamos como verdaderos señores, gracias al saber del amigo Alfonso. A la hora de la comida, quisimos invitarlo a comer, nosotros éramos cuatro y él era solo, pero no nos permitió comer en Santiago, si os parece bien, vamos a comer a Padrón, allí, ahí un sitio, donde podréis disfrutar de una comida Gallega y además no es caro y como además nos coge de camino…tardamos diez minutos en llegar hasta el pueblo de Camilo José Cela, pasamos por Ira Flavia y entramos y salimos en Padrón, cuando quiso mi cuñado pisar el freno, nos habíamos salido de Padrón, pero estábamos justo en la puerta de “Os Carrizos” que era el sitio donde tenía interés en comer nuestro nuevo amigo Alfonso. La comida, no fue buena, fue pantagruélica, maravillosa y servida en unas mesas hechas de piedra de trillar, que si te descuidas, con el pedernal que no sé como tenían incrustadas las mesas, se hubieran podido afeitar los hombres, pero desde el lacón con grelos hasta la más pobre sardinilla, o pequeñas navajas que nos sirvieron, estaban a la altura de comida para Dioses, luego, a la vuelta del viaje por la ría volvimos a comer de nuevo a “Os Carrizos” creo que esta fue una de las mejores comidas de nuestras vidas. La comida, regada por el suave vino de la comarca, enfriado en el arroyo que pasa por la bodega del restaurante, o mejor, lo llamaremos “Os Carrizos” no quiero confundir a nadie, en ningún sitio leí como estaba catalogado, aunque yo aseguraría que en la guía Michelin, no aparece, ni creo que lo necesite, mi marido, no está acostumbrado a beber vino y por suave que sea, siempre le ha tenido miedo, pero ese día, disfrutó de lo lindo, tomando varias tazas, viendo para su sorpresa, que era capaz de aguantar más, sin notar sus efectos. Nuestra idea, era estar tres o cuatro días por la zona, pero Alfonso, se empeñó en que no nos dejaba salir de su casa, hasta que viéramos la procesión de las mortajas, en la que él iba a salir y si queríamos, podíamos ser portadores de su ataúd….lagarto…lagarto. llegó el tercer domingo de septiembre y A Pobra do Caramiñal, amaneció de Nazarena, el morado fue el color del pueblo, sólo los que no éramos del pueblo vestíamos las ropas de cada día. Los vecinos de A Pobra, que han tenido un problema de salud, acuden a la procesión, con sus mejores ropas, sus amigos, son portadores de su féretro y la persona enferma, sigue al ataúd, portando un gran cirio, al parecer, esta costumbre, viene del siglo XV y de ella escribió Valle Inclán, quien siempre presumió de ser de A Pobra do Caramiñal, lo que al parecer, no es cierto, me hubiera gustado seguir con la historia, pero tampoco estoy capacitada, para escribir novelas, así que aquí dejamos al amigo Alfonso Fariñas, personaje real y a quien Dios se llevó, muchos años después de procesionar con su ataúd y que e.p.d. pepaherrero.

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