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sábado, 3 de noviembre de 2012

LA ERA DEL TÍO PELAO

Cantan los mozos en la era, se gastan bromas sin par, pero ¡ojo! ¡Un momento! ¡Sin dejar de trabajar! Y así el día va pasando, en la era del tío pelao. A medio día los mozos se van bajo del sombrajo, allí encienden sus cigarros y todos codo con codo, esperando los gazpachos, desde la una a las tres, comerán, gastarán bromas y dormirán las siestas, otros prefieren gastar bromas a las mozas, que ellas aceptan zalameras. Tras nueve meses de invierno, ahora toca el mes de infierno, los calores no perdonan ni a hombres ni a mujeres ni a niños, pero todos saben que no pueden esperar otra cosa y lo llevan con resignación y alegría. Con las hoces en las manos, se dirigen de nuevo al tajo, todos empiezan a la par, nadie puede quedarse atrás, delante van los segaores y aluego, los ataores, esta es una tradición que aunque ya perdida en el tiempo, es posible que el mismo tiempo haga volver, no creo que los Cartagineses nos la vuelvan a traer, pero en esta vida, todo es posible. Paco el Bonico, era el amo de todas las fiestas, era el centro de las reuniones y se cuenta que cada año, alguna niñera, a alguna ataora, se enamora de su bien timbrada voz, ese año, aunque el calor apretaba de lo lindo, la Maruja, ayudó mucho y bien, se hizo cargo, de que no le faltara a nadie agua fresca y un paño en el que limpiarse “la sudor”. Cuando un hombre, necesitaba agua, levantaba la mano y al momento la Maruja, le llevaba la botija y con el paño húmedo, se podía limpiar la sudor, todos llamaban a la Maruja, bueno, todos no, allí estaba Paco el Bonico, que por estar hecho de un material distinto, sólo bebía agua un par de veces al día y por norma, hacía el doble de trabajo que cualquier otro mozo. Los más jóvenes, demuestran su hombría cargando los costales al hombro, Paco los picaba, demostrándoles como él se las arreglaba, para llevar cuatro costales a la vez, allí todos querían ser Paco el Bonico, cuando el sol caía, el trabajo llegaba a su fin, todos volvían al hato, allí habían dejado todos sus arreos, allí estaban los niños más pequeños, al cuidado de la niñera, la niñera…Isabel…Isabel, era la más guapa, de toda la cuadrilla, era la más primorosa en el cuidado de los niños, todos los niños querían a Isabel y escuchaban con cariño las cosas que les decía y los cuentos que les contaba y luego cuando volvían los hombres del trabajo y después de la cena, Anselmo tocaba el laúd y a su ritmo, bailaba con todos los mozos que se lo pedían, bueno, con todos no, Paco el Bonico, nunca le había pedido que bailara con él. A veces Paco el Bonico, acompañaba al tío Anselmo y mientras uno tocaba el laúd, el otro cantaba a toda voz aquella copla de los segadores. Cásate mujer honrada/que “se te pasa el centeno”/que tienes una cañada/que de balde te la siego. Pero aunque Isabel todo era querer que Paco el Bonico, se fijara en ella, ella, para él no existía. Pero la luna, es malvada y le gusta alinearse con los enamorados, salió Isabel a dar una vuelta por la era, todos dormían, Isabel miraba las estrellas y soñaba con otra clase de vida, cuando se dio cuenta, los brazos de Paco el Bonico, la habían estrechado y la voz cerrada del hombre, sólo murmuró tres palabras…Isabel…te…amo. Allí empezó un nuevo ciclo del amor. pepaherrero

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