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domingo, 12 de agosto de 2012

LAS SALINETAS

Invitados por mí sobrino, hemos pasado unos días en Las Salinetas, este paraje, se encuentra ubicado a los pies de nuestro monte, del monte que une a Eldenses y a Petrelenses, desde el chalet, la sombra del Cid, hace más llevaderas las tardes del verano, “la casa” levantada por mí padre y luego reformada por mí sobrino, tiene para mí el encanto de ver el espíritu de mí padre, cuidando de su familia. La noticia corrió como reguero de pólvora, han venido la pepa y Walfrido, todos los antiguos amigos se acercaron a saludarnos y a presentarnos los nuevos miembros de la familia, que el correr del tiempo les había dejado, por la noche. Después de la cena y como antigua costumbre, delante de la barbacoa, mí sobrino, preparó un café “con algo” el algo, debía de llevar limón granos de café y tal vez para levantar el espíritu, unas gotitas de…yo por norma no puedo probar el alcohol, y mí marido aunque tampoco suele probar los brebajes, confiando en mí sobrino, se puso un “chupito” que al parecer estaba delicioso, todos hablamos, nos contamos nuevas historias acaecidas a lo largo del tiempo y después de ponernos al día los unos sobre los otros, la conversación fue tomando un cariz artístico, poético, literario, que al parecer fue del agrado de todos, pues todos aportaron sus saberes artísticos y en particular, el pequeño Kike hizo las delicias de todos, tanto con su armónica, como cantando acompañado de su guitarra. La velada prometía no terminar hasta ver al astro sol remontar su camino por encima del Cid y como yo ya no podía más, la raya del amanecer del nuevo día, fue quien me dio la señal de partida hacia la cama, paseo al que me acompañó mí marido, quien tal vez animado por el café y su “secreto” me venía haciendo cosquillas y cantando por lo bajini, el café y el sueño, (además de su costumbre) hicieron que antes de llegar a la cama, el pobre, ya estuviera durmiendo, además pensaba que si teníamos que madrugar... Y madrugamos. A las diez de la madrugada, mi sobrino-nieto Álvaro, ya no pudo aguantar más el tiempo de espera y desoyendo a sus padres, empezó a cantar, la canción del viejo amigo. (Canción que le dedicaba a su viejo amigo de toda la vida. Mí marido) la canción obtuvo el resultado deseado, mí marido se despertó, como si de otra vida hubiera regresado…maldito café (que bueno estaba) todo estaba preparado por Úrsula, la madre de Álvaro, el desayuno para todos y los trastos para el camino, también. El plan era ir andando hasta Las Salinetas. (Que nadie vaya a pensar, que ya estábamos allí, nuestro plan era ir andando hasta el antiguo balneario, bueno, ¡no! hasta el antiguo no, hasta el moderno. El nuevo balneario, es una balsa (o mejor dos) donde es recogida el agua que después de muchos años, empezó de nuevo a manar, después de haber dejado de hacerlo, hace más de sesenta años. Siempre le he oído contar a mí marido, que siendo el muy niño y acompañando a otros niños mayores, habían sido ellos los encargados de “cargarse” aquellas construcciones, de un precioso balneario, luego a través de Internet, se enteró, que el “finiquito”, al hotel de lujo, que allí existió, se lo dio una empresa, encargada de llevarse cualquier cosa de valor que allí pudiera haber. La mañana fue muy divertida y mí marido, con la escusa de su psoriasis, se metió en la balsa y dejó que la fuerza del caño que del monte bajaba, le sirviera de tratamiento. Hay quien dice, que el agua del manantial, es casi milagrosa, yo no lo sé, pero como me lo han contado, os lo cuento y si alguien la prueba y le va bien, que se lo diga a mí marido. pepaherrero

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