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jueves, 28 de junio de 2012

EL CHICO DE LA ARMÓNICA

Las calles sin asfaltar, los carros pasan con sus ruedas chirriantes, mientras la vieja con el viejo caldero baldea la puerta de la casa casi en ruinas, pasa un niño corriendo y haciendo que aun sin querer, la abuela lo moje. El niño ríe y la abuela lo amenaza con el puño hecho de sarmientos retorcidos, pero el pequeño sabe que la amenaza es tan sólo amor. Luego más tarde sabe que tiene que ir hasta la panadería de Ramona, el pan ya lo tiene encargado la abuela y son muchos los que pasan todos los días por el horno de Ramona la pechugona y todos le cantan el mismo estribillo…Ramona la pechugona, tiene más tetas que una leona…y Ramona hace como que se enfada y los niños se ríen y a todos les gusta ir día a día a buscar el pan, cuando ya cae la tarde, Ramona cierra el horno y se marcha a su casa, cruzando la plaza del ayuntamiento, la iglesia y el centro de salud, luego entra en aquella estrecha escalera y sube hasta el segundo, donde Mejojo, su hijo la espera con la mejor de sus sonrisas. Mejojo, era tartamudo de nacimiento y su nombre se debía a que cuando los niños jugaban con él y le preguntaban como se llamaba, él siempre con la sonrisa en los labios, decía Mejojo…Mejojode mucho que mmmmme lo pregunnnnnteis, porque siemmmmmpre meeee atasssssco, mi nombreee es Luís. Hace casi cuatro años, que en el pueblo no saben nada de Mejojo, Ramona, lo mandó a la capital, quería que le dieran clases de dislexia, Ramona había conocido a un neuropsicólogo y no esperó a que su hijo perdiera la oportunidad de poder ser tratado y educado en su problema de nacimiento. En la escuela de Alberto, muchas personas aprendían a hablar y a aprovechar la ciencia de este hombre, para salir de nuevo a la vida, con medios para enfrentarse con su enfermedad y la fama, fue llamando a su lado a una persona dedicada en cuerpo y alma a ayudar a los demás. Se decía que lo que no consiguiesen los logopedas que trabajaban con Alberto, nadie lo podría conseguir. Ramona, trabajó muy duro, para seguir pagando a su hijo los estudios necesarios y Mejojo cada día que pasaba, superaba su enfermedad y siempre le preguntaba a su amigo Alberto, si podría llegar a trabajar con él, para ayudar a otros niños. Alberto, cuando llegó Luis Paredes, supo que serían buenos amigos, el niño la madre y él, pero no podía imaginar, que Ramona la tetona, un día sería el amor de su vida y que Luis Mejojo, en ciertas formas, sería su maestro. Dentro del corazón del niño, habían unos valores, que poco a poco, fueron haciéndose patentes y que aplicándolos a su técnica, hicieron más fácil la asimilación del trabajo a otros enfermos. Aquella mañana, cuando Alberto llegó a su clínica, buscando a su amigo Mejojo, lo vio en el jardín, estaba con el nuevo interno, un niño de trato imposible y que además pensaba que todo el mundo, quería reírse de él, Mejojo tenía una armónica que su madre le había regalado el día de su Santo, Mejojo había aprendido a tocarla y la hacía sonar con tanto cariño, que quien lo escuchaba, siempre le hacía tocar algunas piezas más. Alberto se dio cuenta, que usando el sistema de respiración para arrancarle el sonido a aquel instrumento, se facilitaba la labor del paciente que se interesaba por aquella música. Mejojo llegó a ser un virtuoso de la armónica, también fue un gran logopeda y cuando regresaba al pueblo, era feliz oyendo a los niños saludándolo con cariño, adiós Mejojo, ¿vamos a tocar luego la armónica? Pepaherrero.

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