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viernes, 3 de febrero de 2012

EL NAVEGANTE

La noche se hizo eterna, sólo la tormenta le iluminaba en el proceloso desierto de la mar, los cantos de las sirenas, a veces le atraían hacia sus reinos, pero él era un profesional, nunca se dejaría llevar a ningún sitio que antes no tuviera marcado el rumbo en su carta de navegación (que era su cerebro). Su abuelo, siendo él un niño, también luchó contra olas y sirenas, después de muchos sufrimientos, consiguió volver a casa, habiendo perdido a toda su tripulación. Su lema era “DIENTES PRIETOS Y BRAZO DURO A LA CAÑA” lo demás, tenía que venir sólo y si su padre murió en la mar, no fue culpa suya, ni tuvieron nada que ver las sirenas, ¡no! A su padre lo mató la amistad. Cuando Tello pidió a mi padre que le dejara a él la caña, mi padre ya llevaba dos días luchando contra la tormenta. Cuando Poseidón, hermano de Zeus, pidió a las olas que regresaran a su morada, Tello pensó que podía llevar el barco hasta su puerto. Tello era amigo de la infancia de Mario y siempre navegaron juntos, muchas veces le había dicho Tello a Mario, que su vida le pertenecía, pero también le había dicho su abuelo a su padre, que la caña del barco, sólo conoce a un timonel y el confiarse Mario a que ya las olas estaban amainando, fue lo que les costó la vida a los dos amigos. La raya del horizonte, era como el marco de un cuadro de los que su abuela pintaba, hecho de oro y amor. Senén miraba fijamente a levante, muy pronto tenían que aparecer las montañas de su pueblo, en su garganta ya se hacía notar la emoción del regreso a su hogar. Pronto tendría en sus brazos a su amada Tarsis, su hijo jugaría con él y le pediría que le contara la historia del viaje, él volvería a disfrutar, contándole la historia que tanto le gustaba a su hijo, le hablaría de los peces gigantes, de las tortugas tan grandes como casas, de la vez que consiguieron capturar una de aquellas tortugas y como consiguieron sobrevivir, comiendo la carne de aquel animal, que los dioses en premio a su bravura les habían enviado y que navegó con ellos dejándose comer día a día, hasta salvar la vida de todos los tripulantes. Desde entonces, se había prohibido comer la carne de la tortuga bajo pena de muerte, si no era sólo para salvar la vida. Fin de la 1ª parte. Pepaherrero.

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