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sábado, 3 de diciembre de 2011

POR EL CAMINO QUE LLEVA A BELÉN

Había llegado el mes de Diciembre y las primeras nieves, ya habían caído en las principales montañas. Las estaciones de esquí prometían que la temporada iba a ser excelente. El fin de semana iba a ser largo y todos querían poderlo aprovechar al máximo. Cargaron el coche hasta donde pudieron, los cuatro miembros de la familia tenían hechos los planes desde el verano, nada podía hacerles cambiar de parecer y la hora ya había llegado, cuando Mariano revisó que todo estuviera correcto, que todos estuvieran a bordo del coche y que las puertas estuvieran bien cerradas, con un suspiro subió al coche y en su cerebro se hizo una oración, señor, que todo nos salga bien y sin más arrancó, saliendo hacia la aventura.
El camino era muy de sobras conocido, siempre que podían, hacían la escapada sólo por ver a los niños disfrutar de una zona privilegiada donde todo lo tenían a mano y cuando llegaban a Monachil, parecía que de nuevo estaban en su casa. Cuantos recuerdos bonitos, acudían a su mente nada más pensar que en unas horas, estarían de nuevo en Monachil y nada menos que con toda una semana por delante y sin tener que pensar en las cosas de los negocios. ¿Qué habrá sido de aquel simpático matrimonio que nos llevó por primera vez a Monachil?, Pepa era la persona más adorable del mundo y los niños les tenían tanto cariño…Pero el tiempo pasa y al final cada uno, sigue las huellas de su destino, me acuerdo de cuando con su Simca mil, se veían hecho el coger el camino desde Alicante a Granada, sólo por saludar a sus amigos de Monachil. Cuando le comentamos que teníamos familia en Durcal, nos propusieron hacer un viaje a la zona y desde entonces, siempre que hemos podido, este ha sido nuestro destino de vacaciones y por supuesto, Manuel y Celsa, no es que hayan sido nuestros amigos, han sido nuestros hermanos y los tíos de nuestros hijos.
Siempre que vamos hacía esa zona, a la fuerza nos tenemos que acordar de Pepa y Balfrido, Balfrido con aire de suficiencia, nos decía: nunca cojáis la carretera camino de Granada después de comer y en eso tenía razón, pues el sol se te va metiendo en la cabeza primero y por los ojos después y terminas hasta los ojos del camino y por eso desde entonces, madrugamos y además, tenemos la sensación de aprovechar otro día más. Cuando llegamos a Granada, si tenemos tiempo, vamos a comer al restaurante “La mosca” que aunque poco a poco se va haciendo a los nuevos tiempos, yo hubiera preferido seguir viéndolo como la primera vez, donde aprendí aquello “del guarro hasta los andares” hoy como todas las cosas, ha cambiado y las ollas, ya no están a la vista de los visitantes, aunque en sus cocinas, aún se sigue cocinando un buen “guarro” de cien formas. Si no tenemos mucho tiempo, entonces la comida la hacemos en la ruta del Veleta y allí en Cenes, Miguel Pedraza nos espera desde hace ya muchos años, luego nuestros hermanos, aquel matrimonio que aunque ya mayores, nos reciben en su casa como si de sus hijos se tratara, nunca llegamos mal y si Celsa siempre está dispuesta a ofrecernos lo mejor de su cocina, Manuel, cuando ve llegar a los niños, la vida le cambia como si llegaran sus hijos mismos (hijos que nunca han tenido).

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