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domingo, 27 de noviembre de 2011

NARLANDO, PRÍNCIPE DE YÚ

Cuando su caballo caracoleó, Narlando vio la silueta recortada contra la luz del atardecer, armando su espada, Leto su fiel caballo, ya estaba preparado para atacar a quien se pusiera por delante. Nada se distingue antes, que la silueta de una mujer joven y bien formada, antes de que Leto iniciara el ataque, golpeando con su flanco a la móvil silueta, Narlando, con un tirón de rienda consiguió no causar daño a aquella mujer. Saltando de su caballo y dirigiéndose a la joven, le pidió que no se asustara que ya tenía sujeto a su caballo, la joven haciendo una genuflexión habló al jinete, perdonadme señor si os he molestado a vos o a vuestro caballo, llevo dos horas buscando a mi perro que ha desaparecido y hasta creo que me he perdido en este bosque. Narlando, contestando al saludo y poniendo al paso a su montura, se disculpó de la joven, perdonad amable joven que al veros, fuéramos directamente al ataque, pero ya llevamos varios días buscando a una cuadrilla de desalmados, que no sólo matan a los ciervos, además se dedican a asaltar viajeros, si ven que están en minoría y eso en mi reino no lo voy a consentir. Andando al lado de la joven mujer Narlando, siguió haciendo el camino sin advertir que la noche se les echaba encima y aunque el caballo, parecía demostrar su nerviosismo por el raro comportamiento de su dueño, no tuvo más remedio que seguirlo sin rechistar cuando soltando sus riendas, le dejó a su libre albedrío. Ya era noche cerrada, cuando el ruido que hicieron unos matojos, pusieron en estado de alerta al jinete, quien haciendo el signo de silencio y sacando por segunda vez en aquel día su espada, sintió un escalofrío recorrer su espalda, pensando en lo imprudente que había sido por ir sin su escolta, tras esconder a su compañera de viaje tras un gran árbol, él se situó de forma que el ruido percibido, pudiera oírse mejor, para así saber de qué se podía tratar. Al momento sintió que un gran peso se le echaba encima y antes de que pudiera tratar de defenderse, Terés, que así se llamaba la joven, saliendo de detrás del árbol, cogió al perro que trataba de defender a su dueña del ataque de aquel desconocido. ¡Quieto Catón! Es mi amigo y tirando del collar del perro, lo consiguió separar de su presa, quien a su vez, había estado a punto de clavarle su daga en el corazón. FIN 1ª PARTE DE 3

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